Mucho se ha hablado y se habla sobre el importante papel de la mujer en la
sociedad hoy en día. Sin embargo, a ojos de muchos, aún parece que la mujer
está buscando un rol y un puesto que no le pertenece. La historia nos habla, y
el pronóstico no es bueno.
A lo largo de la historia hemos visto y estudiado como el hombre ha
ocupando los puestos más importantes de la sociedad, mientras que la mujer ha
quedado relegada a cumplir con las tareas propias del hogar y a la crianza de
los hijos.
Haciendo un breve análisis sobre papel de la mujer a lo largo de la
historia de la humanidad, vemos ya desde la antigua Grecia, que ser mujer no
era nunca algo deseable. Las mujeres no gozaban de derechos siendo equiparadas a
los esclavos.

Siguiendo el mismo contexto histórico, encontramos una de las mujeres más
revolucionarias y avanzadas de aquella época: Hipaquia de Alejandría. Quien abogó por los derechos en la educación
de las mujeres y destacó por ser una brillante científica, matemática,
astrónoma y filósofa. Sin embargo, por el mero hecho de ser una mujer pagana y
culta, fue asesinada por los cristianos y gran parte de sus obras fueron
quemadas.
Las mujeres romanas gozaron de más libertad que las griegas, pero la
participación en la política o ciudadanía seguía quedando vetada exclusivamente
a los hombres.
Muchas han sido las mujeres a lo largo de la historia que han intentado
demostrar su perfecta competencia para asumir puestos que, por antonomasia, han
sido asignados al hombre.
A lo largo de la historia, incluso en ámbitos vitales como la medicina o la
psiquiatría, han dejado las particulares patologías de las mujeres, las cuáles
no sufrían los hombres, de lado, siendo éstas reducidas a histeria o a la
naturaleza insincera de la mujer.
Por poner un ejemplo, el psicoanalismo freudiano reduce la mujer a un ser
carente de falo. Según Freud, la mujer no busca el hijo por el anhelo de ser
madre, sino por el deseo inequívoco de la posesión de falo. Por lo tanto reduce,
ya des de la infancia, la mujer como un ser frustrado y envidioso del miembro
viril.
Éste y otros ejemplos, algunos de los cuales veremos a continuación son los
que han descrito la mujer des de un mundo completamente andrógeno:
Immanuel Kant, por ejemplo,
inmerso de lleno en el complejo contexto de la Ilustración, declaró que “las mujeres son siempre niños grandes, es
decir, no se fijan nunca un objetivo, sino que se dejan caer ahora aquí, ahora
allá, pero no contemplan objetivos importantes; esto último es tarea del
hombre”. Sin embargo, no podemos olvidar que el acceso de las mujeres a la
cultura seguía sujeto casi por completo a la condición de que sus familias
ostentaran un alto nivel económico, o que se decantaran por la vía religiosa de
un monasterio. Y pese a esta situación, existían auténticas filósofas que se
vieron condenadas a vivir bajo la sombra de las grandes figuras masculinas.
Producto de toda ésta herencia cultural machista, en la época moderna nacen
los primeros escritos reivindicativos a favor de la mujer. Mary Wollstonecraft
escribió la Reivindicación de los derechos
de la mujer, donde se hacía una clara defensa de los derechos de las
mujeres contra su anulación social y jurídica. Esta obra se ha considerado como
la precursora del comienzo del movimiento feminista contemporáneo, pues en ella
se defiende el derecho al trabajo igualitario, a la educación de las mujeres y
a su participación en la vida pública.

Para muchos pensadores y filósofos, la dominación del hombre sobre la mujer
era algo natural. Ésta autoridad patriarcal incuestionable fue un factor
decisivo para los movimientos feministas que vinieron a continuación. Uno de
los filósofos que enfrentó el papel del hombre como amo y dominador de la mujer,
dejando de justificar-se cómo una ley natural, fue Hobbes. El filósofo trajo
consigo reflexiones en las que habló de la naturaleza humana, sin la exclusión
de ningún género. Éstas reflexiones
igualaban en condiciones ambos sexos ante la ley.
Observamos más adelante que los movimientos feministas del siglo XIX se
concentraron en conseguir el sufragio para las mujeres. Ésta lucha no estuvo
exenta de enfrentamientos violentos con la policía. La obtención del voto
femenino fue posible tras una larga lucha que se alargó hasta un siglo.
Lejos de la creencia popular, el feminismo, en sí, no busca la superioridad
de la mujer ante el hombre, sino la igualdad de derechos y oportunidades entre
hombres y mujeres.
James Joyce, con el monólogo de Molly Bloom que aparece en el noveno
capítulo del libro Ulyses,, generó mucha controversia desde
su aparición por ser la primera vez que, en una novela, una mujer expresa sin
tapujos ni censuras sus propios sentimientos y reflexiones en relación a sus
experiencias con los hombres, su sexualidad y las memorias de su propia vida.
Hoy en día la mujer ha roto muchos tabúes sociales que predominaban en el
pasado y ha conseguido demostrar que puede ocupar un lugar importante en la
sociedad. Sin embargo, algunas personas siguen empeñadas en considerar los
estudios de género como algo encaminado a perpetuar la competencia entre el
hombre y la mujer. Muy por el contrario, estos estudios han ayudado a
revalorizar las relaciones entre ambos sexos y promoviendo los valores del
respeto a la diferencia.
Pero, ¿De dónde viene ésta diferenciación sexual entre ambos sexos?
El principio de diferenciación que se ha impuesto entre las
relaciones entre hombres y mujeres lo encontramos en el ámbito familiar.
Mediante éstas disposiciones, que se hacen pasar como naturales, incorporadas y
programadas en el ser humano se han definido éstas relaciones. Según Pierre Bourdieu,
uno de los representantes más importantes de la sociología contemporánea, el
Estado, la iglesia o la escuela son instituciones que se han configurado
simbólicamente para perpetuar éste principio de diferenciación que se ha
mencionado con anterioridad y reafirmar aquello que se reproduce en lo
familiar.
Es
importante tener en cuenta este enfoque porque ésta asignación de roles acaba
determinando las formas de vida y las concepciones del mundo en nuestra
sociedad. Bourdieu señala la importancia de destacar la dominación masculina
como una forma de violencia caracterizada por hacer legítima ésta diferencia de
sexos. Con esta proposición de principio de violencia simbólica, en el cual la
mujer no participa directamente en la transformación de la sociedad que ha sido
construida por y para el hombre se discrimina también a nivel de censura del
pensamiento de la mujer y del sentimiento de ésta.
A todo esto,
se le suma una forma de mantener y considerar el orden social preestablecido
que consiste en el sometimiento y subordinación de lo femenino. Es por ello que
el hombre ha adoptado y justificado los roles importantes asociados a la
obtención de bienes y el sustento de toda la familia siendo así etiquetado con
las virtudes y valores de la honradez, el respeto y la admiración, según su
estatus adquirido. Por otra parte, como hemos mencionado al principio del
ensayo, el papel de la mujer queda relegado a relacionare con la organización doméstica
y la crianza de los hijos, siendo ésta sometida a las decisiones tomadas por el
hombre y se asocian sus virtudes a la sumisión, la sinceridad, la fidelidad, los
sentimientos intensos y las emociones.
Siguiendo el
enfoque sociológico de Bourdieu, en su libro La dominación masculina afirma que es primordial atender a las
formas de resistencia social ante la opresión y marginalidad que impone lo
masculino. Ésta lucha se realiza a partir de la construcción de los
significados que hemos mencionado que habían ordenado la sociedad. Aun siendo
ésta muy amañada, no significa que no exista la posibilidad de resistencia
social y de una nueva creación simbólica y de redistribución de roles. Dejar de
lado la diferenciación entre ambos sexos y abatir los esquemas de dominación
que han sido incorporados, que definen los géneros sexuales y que han
organizado la historia de la sociedad.
Así pues,
veo necesario resaltar los valores de la mujer y participar de lleno en todos
sus procesos de inclusión e integración social y económica como un ser humano plenamente
incorporado a la sociedad contemporánea; no tan sólo del hogar, sino del desarrollo
de ésta y con capacidad de provocar un profundo cambio en ella. Que sea por
ella misma capaz de demostrar su fortaleza y presencia, y, en conjunto, mujer y
hombre tan productivos y participativos como les sea posible.
Porque,
¿Quién dijo que las ideas o pensamientos tuviesen sexo? ¿Qué importancia tiene
la firma de un hombre o de una mujer más allá de la argumentación que presenta?
Los hombres han escrito la historia, han participado y destacado en ella, pero no debemos olvidar que ni uno de ellos ha llegado hasta ahí sin el
apoyo no ya de una mujer, sino de la humanidad entera que le ha precedido. Y
pues, es una curiosidad que la palabra humanidad precisamente sea femenina.
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