martes, 2 de mayo de 2017

Sobre feminidad: el papel de la mujer en la historia


Mucho se ha hablado y se habla sobre el importante papel de la mujer en la sociedad hoy en día. Sin embargo, a ojos de muchos, aún parece que la mujer está buscando un rol y un puesto que no le pertenece. La historia nos habla, y el pronóstico no es bueno.

A lo largo de la historia hemos visto y estudiado como el hombre ha ocupando los puestos más importantes de la sociedad, mientras que la mujer ha quedado relegada a cumplir con las tareas propias del hogar y a la crianza de los hijos.
Haciendo un breve análisis sobre papel de la mujer a lo largo de la historia de la humanidad, vemos ya desde la antigua Grecia, que ser mujer no era nunca algo deseable. Las mujeres no gozaban de derechos siendo equiparadas a los esclavos.

En la obra de Platón La república, encontramos algunos escritos que referencian la posesión de razón de la mujer, tal y como la posee el hombre, alegando la naturaleza igualitaria de ambos. Así pues, para el autor, hombre y mujer deberían gozar de educación. Sin embargo y pese a estas afirmaciones, Platón sigue entendiendo la figura de la mujer como una simple perpetuadora de la especie y, por ello, debería permanecer al servicio del Estado.  Vemos también en Aristóteles de la mujer no era más que un hombre incompleto y débil, producto imperfecto de la naturaleza.
Siguiendo el mismo contexto histórico, encontramos una de las mujeres más revolucionarias y avanzadas de aquella época: Hipaquia de Alejandría.  Quien abogó por los derechos en la educación de las mujeres y destacó por ser una brillante científica, matemática, astrónoma y filósofa. Sin embargo, por el mero hecho de ser una mujer pagana y culta, fue asesinada por los cristianos y gran parte de sus obras fueron quemadas.

Las mujeres romanas gozaron de más libertad que las griegas, pero la participación en la política o ciudadanía seguía quedando vetada exclusivamente a los hombres.
Muchas han sido las mujeres a lo largo de la historia que han intentado demostrar su perfecta competencia para asumir puestos que, por antonomasia, han sido asignados al hombre.
A lo largo de la historia, incluso en ámbitos vitales como la medicina o la psiquiatría, han dejado las particulares patologías de las mujeres, las cuáles no sufrían los hombres, de lado, siendo éstas reducidas a histeria o a la naturaleza insincera de la mujer.
Por poner un ejemplo, el psicoanalismo freudiano reduce la mujer a un ser carente de falo. Según Freud, la mujer no busca el hijo por el anhelo de ser madre, sino por el deseo inequívoco de la posesión de falo. Por lo tanto reduce, ya des de la infancia, la mujer como un ser frustrado y envidioso del miembro viril.

Éste y otros ejemplos, algunos de los cuales veremos a continuación son los que han descrito la mujer des de un mundo completamente andrógeno:
Immanuel Kant, por ejemplo, inmerso de lleno en el complejo contexto de la Ilustración, declaró que “las mujeres son siempre niños grandes, es decir, no se fijan nunca un objetivo, sino que se dejan caer ahora aquí, ahora allá, pero no contemplan objetivos importantes; esto último es tarea del hombre”. Sin embargo, no podemos olvidar que el acceso de las mujeres a la cultura seguía sujeto casi por completo a la condición de que sus familias ostentaran un alto nivel económico, o que se decantaran por la vía religiosa de un monasterio. Y pese a esta situación, existían auténticas filósofas que se vieron condenadas a vivir bajo la sombra de las grandes figuras masculinas.

Producto de toda ésta herencia cultural machista, en la época moderna nacen los primeros escritos reivindicativos a favor de la mujer. Mary Wollstonecraft escribió la Reivindicación de los derechos de la mujer, donde se hacía una clara defensa de los derechos de las mujeres contra su anulación social y jurídica. Esta obra se ha considerado como la precursora del comienzo del movimiento feminista contemporáneo, pues en ella se defiende el derecho al trabajo igualitario, a la educación de las mujeres y a su participación en la vida pública.

Otra reivindicativa de la feminidad fue Olympe de Gouges (1748-1793), autora de la primera declaración de los derechos de la mujer en el año 1791. En ella acusaba a la Asamblea Nacional de París de haber publicado una Constitución dirigida en exclusiva a los “hombres y ciudadanos”, en la que, como no podía ser de otro modo, quedaban excluidas las mujeres. El punto clave de la libertad, aseguraba Olympe, reside en que la sociedad admita que cualquier ciudadano, sea cual sea su condición o su sexo, pueda progresar sin impedimentos artificiales mediante la libre ejercitación de sus capacidades. Olympe de Gouges murió ejecutada en defensa de esa misma libertad, tras oponerse frontalmente a la represión jacobina.

Para muchos pensadores y filósofos, la dominación del hombre sobre la mujer era algo natural. Ésta autoridad patriarcal incuestionable fue un factor decisivo para los movimientos feministas que vinieron a continuación. Uno de los filósofos que enfrentó el papel del hombre como amo y dominador de la mujer, dejando de justificar-se cómo una ley natural, fue Hobbes. El filósofo trajo consigo reflexiones en las que habló de la naturaleza humana, sin la exclusión de ningún género.  Éstas reflexiones igualaban en condiciones ambos sexos ante la ley.

Observamos más adelante que los movimientos feministas del siglo XIX se concentraron en conseguir el sufragio para las mujeres. Ésta lucha no estuvo exenta de enfrentamientos violentos con la policía. La obtención del voto femenino fue posible tras una larga lucha que se alargó hasta un siglo.
Lejos de la creencia popular, el feminismo, en sí, no busca la superioridad de la mujer ante el hombre, sino la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres.

James Joyce, con el monólogo de Molly Bloom que aparece en el noveno capítulo del libro Ulyses,, generó mucha controversia desde su aparición por ser la primera vez que, en una novela, una mujer expresa sin tapujos ni censuras sus propios sentimientos y reflexiones en relación a sus experiencias con los hombres, su sexualidad y las memorias de su propia vida.

Hoy en día la mujer ha roto muchos tabúes sociales que predominaban en el pasado y ha conseguido demostrar que puede ocupar un lugar importante en la sociedad. Sin embargo, algunas personas siguen empeñadas en considerar los estudios de género como algo encaminado a perpetuar la competencia entre el hombre y la mujer. Muy por el contrario, estos estudios han ayudado a revalorizar las relaciones entre ambos sexos y promoviendo los valores del respeto a la diferencia.

Pero, ¿De dónde viene ésta diferenciación sexual entre ambos sexos?
El principio de diferenciación que se ha impuesto entre las relaciones entre hombres y mujeres lo encontramos en el ámbito familiar. Mediante éstas disposiciones, que se hacen pasar como naturales, incorporadas y programadas en el ser humano se han definido éstas relaciones. Según Pierre Bourdieu, uno de los representantes más importantes de la sociología contemporánea, el Estado, la iglesia o la escuela son instituciones que se han configurado simbólicamente para perpetuar éste principio de diferenciación que se ha mencionado con anterioridad y reafirmar aquello que se reproduce en lo familiar.
Es importante tener en cuenta este enfoque porque ésta asignación de roles acaba determinando las formas de vida y las concepciones del mundo en nuestra sociedad. Bourdieu señala la importancia de destacar la dominación masculina como una forma de violencia caracterizada por hacer legítima ésta diferencia de sexos. Con esta proposición de principio de violencia simbólica, en el cual la mujer no participa directamente en la transformación de la sociedad que ha sido construida por y para el hombre se discrimina también a nivel de censura del pensamiento de la mujer y del sentimiento de ésta.
A todo esto, se le suma una forma de mantener y considerar el orden social preestablecido que consiste en el sometimiento y subordinación de lo femenino. Es por ello que el hombre ha adoptado y justificado los roles importantes asociados a la obtención de bienes y el sustento de toda la familia siendo así etiquetado con las virtudes y valores de la honradez, el respeto y la admiración, según su estatus adquirido. Por otra parte, como hemos mencionado al principio del ensayo, el papel de la mujer queda relegado a relacionare con la organización doméstica y la crianza de los hijos, siendo ésta sometida a las decisiones tomadas por el hombre y se asocian sus virtudes a la sumisión, la sinceridad, la fidelidad, los sentimientos intensos y las emociones.
Siguiendo el enfoque sociológico de Bourdieu, en su libro La dominación masculina afirma que es primordial atender a las formas de resistencia social ante la opresión y marginalidad que impone lo masculino. Ésta lucha se realiza a partir de la construcción de los significados que hemos mencionado que habían ordenado la sociedad. Aun siendo ésta muy amañada, no significa que no exista la posibilidad de resistencia social y de una nueva creación simbólica y de redistribución de roles. Dejar de lado la diferenciación entre ambos sexos y abatir los esquemas de dominación que han sido incorporados, que definen los géneros sexuales y que han organizado la historia de la sociedad.
Así pues, veo necesario resaltar los valores de la mujer y participar de lleno en todos sus procesos de inclusión e integración social y económica como un ser humano plenamente incorporado a la sociedad contemporánea; no tan sólo del hogar, sino del desarrollo de ésta y con capacidad de provocar un profundo cambio en ella. Que sea por ella misma capaz de demostrar su fortaleza y presencia, y, en conjunto, mujer y hombre tan productivos y participativos como les sea posible.

Porque, ¿Quién dijo que las ideas o pensamientos tuviesen sexo? ¿Qué importancia tiene la firma de un hombre o de una mujer más allá de la argumentación que presenta? Los hombres han escrito la historia, han participado y destacado en ella, pero no debemos olvidar que ni uno de ellos ha llegado hasta ahí sin el apoyo no ya de una mujer, sino de la humanidad entera que le ha precedido. Y pues, es una curiosidad que la palabra humanidad precisamente sea femenina. 

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