''No hay que apagar la luz del otro para lograr que brille la nuestra'' (Gandhi 1860-1949)
Los expertos han demostrado que, de manera innata tenemos instintos que nos incitan ayudar a nuestros iguales. Ahora bien, ¿que es lo que diferencia que lo hagamos o no en una misma situación?
Siguiendo las teorías vemos que las variables que mayoritariamente influyen:
-Nuestra relación con la persona que necesita ayuda
-La edad de esa persona,
-Su estado de salud,
-La condición física
-Su posición social
-Nuestro estado de ánimo y autoestima
Sin embargo, dentro de una mismo contexto, hay personas que deciden ayudar y otras que esperan a que otro se ocupe o bien no entienden como una responsabilidad propia el intervenir para prestar ayuda al necesitado.
¿Ayudar al prójimo es ayudarse a uno mismo? Sin lugar a dudas.
Estudios han demostrado que las personas que son más propensas a ayudar gozan de una mejor salud, son más felices y tiene una percepción de la vida mucho más positiva y optimista. .
Cuando nos ofrecemos voluntarios con una sincera intención de ayudar a los demás por el mero gusto de hacerlo sin esperar nada a cambio, aparece un sentimiento de satisfacción que nos nutre y enriquece inmediatamente. Nuestras capacidades personales mejorarán y un sentimiento de orgullo y satisfacción recorrerá nuestro cuerpo durante algún tiempo.
Pese a todo esto, nuestra sociedad individualista sigue empeñada en forzarnos a no mirar al otro como nuestro igual, a buscar sólo qué nos puede aportar materialmente o en qué nos puede beneficiar.
Siguiendo esta línea acabamos olvidando que aquello que realmente nos hace felices es sentirnos llenos, y ¿qué otra cosa podría llenarnos más que saber que hemos hecho algo bueno para alguien y que nuestro paso ha cambiado el día de alguien para mejor?
Eso sin olvidar lo que las culturas milenarias aceptan: todo aquello que demos será aquello que en un futuro recibamos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario